miércoles, 6 de agosto de 2008

Padres de familia y su inclusión en la evaluación y tratamiento conductual del autismo. (Reseña)

Partiendo desde la consideración de Schopler (1982) respecto a que los padres con hijos autistas pueden fungir como coterapeutas eficientes, en este trabajo se describen algunos apuntes para integrarlos en la evaluación y tratamiento conductual en autismo que involucran al psicólogo, al niño y a sus padres.
El autismo para Bleuler, el término autismo describía cierto tipo de síndrome en pacientes esquizofrénicos adultos como a) retraimiento o despego de la realidad; b) absoluto o parcial predominio del ¨mundo interior¨; c) pérdida del sentido de la realidad y; d) pensamiento esquizofrénico.
Leo Kanner identifico una serie de síntomas que denominó “autismo infantil precoz”
*Falta de contacto afectivo con otras personas.
*Insistencia obsesiva.
*Fascinación por objetos.
*Aparición de un tipo de lenguaje.
*Aparente fisonomía inteligente.
Posterior a la identificación Kanneriana, muchos especialistas supusieron que los niños autistas decidían separarse “conscientemente“ de un mundo hostil, poco estimulante, parecido al alejamiento “por elección“ descrito por Bleuler en el caso de sus pacientes esquizofrénicos.
En la actualidad existe una aceptación general respecto a que el autismo es un trastorno o disfunción física del cerebro.
En este enfoque psicógeno se da por sentado que el niño autista, al nacer, es potencialmente normal y que solo unas defectuosas pautas de crianza por parte de los padres.



Contrariamente a los seguidores de la teoría psicógena y de acuerdo con Paluszny, los partidarios de la teoría biogénica han adquirido mayor aceptación, pues sus argumentos señalan que los síntomas se presentan en etapas tempranas del desarrollo.
En el autismo existen una o varias anomalías en el cerebro producidas por uno o varios factores biológicos, como los de índole genético, las complicaciones antes, durante y después del parto, como la infecciones virales o también aspectos neurológicos.
Guevara y Plancarte han señalado que, al adaptar los descubrimientos empíricos como técnicas a casos de educación especial, se dio paso a la conveniencia de:
*Omitir que toda conducta sea el producto de una inteligencia genéticamente determinada.
*Eliminar variables hipotéticas.
* Oponerse al uso de pruebas como instrumentos validos para medir el coeficiente intelectual.
*Demostrar que los individuos que presentan “retardo” pueden aprender, y
*Desarrollar estrategias de evaluación que posibiliten la modificación de toda conducta.
En, 1970 diversos psicólogos han conocido en que las técnicas de modificación conductual son una poderosa herramienta para enseñar habilidades escolares y de vida cotidiana a los niños autistas.
Los terapeutas conductistas se percataron de algunas limitaciones de su modelo de intervención, entre las que destaca la falta de generalización del avance mostrado en terapia a ambientes naturales, los cual postuló como alternativa nuevas técnicas de modificación conductual y la inclusión de los familiares.
Hacer participes del entrenamiento a los padres no los convierte, necesariamente, en terapeutas calificados y certificados para diagnosticar, evaluar y proporcionar terapia rehabilitatoria en caso de autismo o de otro tipo. Antes bien, su inclusión es lógicamente susceptible y aceptable si se considera que son ellos quienes gran parte del tiempo se encargan del cuidado y la educacion del niño autista.
Además su ayuda es fundamental en el tratamiento de sus hijos autistas, si se piensa que:

*La mayoría comienzan a adquirir habilidades sociales.
*Los autistas son individuos no escolarizados que pasan la mayor parte del tiempo en el hogar, por lo que es necesario que los tratamientos conductuales trasciendan.

Inclusión de los padres al entrenamiento conductual.
Una primera guía de actividades para la integración.
Incluir a los padres dentro del entrenamiento está justificado si se concibe al autismo como un fenómeno propio de retardo en el desarrollo psicológico.
Es evidente que al caracterizar al autismo desde la perspectiva del retardo en el desarrollo, los padres son un elemento participativo de las condiciones biológicas y socioculturales que potencialmente propician el autismo.
Los padres pueden llegar a fungir como terapeutas de sus hijos con una capacitación; y elaborar algunas técnicas:
· Elaboración del programa de trabajo.
· Planeación del programa de trabajo con los padres de familia. (Esta actividad es muy importante pues posibilita el seguimiento sistemático de lo que se hará y como se llevarán a cabo las distintas tareas).
*Identificación de escenarios problemáticos.
*Identificar el comportamiento del infante autista.
3. Adicionalmente, es conveniente que junto con los padres se identifiquen y definan aquellos estímulos que se emplearan para retroalimentar las respuestas dl infante.
4. En lo general es conveniente la enseñanza de habilidades relacionadas con la comunicación, motricidad y atención, socialización y problemas de conducta.
5. Aplicación de las habilidades entrenadas en diferentes situaciones en las que interactúen padres-hijo.
6. Por último que el padre identifique la frecuencia de ocurrencia de conductas funcionales y disfuncionales, los lugares donde ocurren y los objetos físicos y personas presentes.

A modo de conclusión.
Es menester señalar que la efectividad durante y posterior al entrenamiento conductual puede y debe ser evaluada necesariamente, pues la valoración de la articulación de las actividades, así como de los criterios en y durante las interacciones padre(s)-hijo(s) proporcionaran la evidencia empírica aplicable a distintos ámbitos sociales.

Bibliografías:
Baron-Cohen, S. y P. Bolton (1998). Autismo: una guía para padres, Alianza, Madrid.
Bijou, S. y Dunitz, J. (1981). “Interbehavioral” analysis of developmente retardation”, The Psychological Record, núm. 31, pp. 305-329.
Brauner, A. y F. Bruner (1981). Vivir con un niño autístico. Paidos, Barcelona-Buenos Aires.

Hipervínculos
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sábado, 2 de agosto de 2008

La influencia del temperamento en problemas internalizados y externalizados en niños (Reseña)

El propósito del presente estudio fue determinar la influencia del temperamento sobre problemas internalizados y externalizados en 509 niños (as) con una media de edad de 11 años. Para medir el temperamento se desarrollo una escala que consto de las siguientes dimensiones: adaptabilidad, reactivilidad negativa, persistencia a la tarea, emocionalidad negativa (regaños y juegos) y nivel de actividad. Para evaluar los problemas se utilizo la versión ajustada del Youth-Self-Report. Los resultados revelaron a los niños presentaron puntajes más altos en problemas externalizados en comparación con las niñas, las cuales obtuvieron mayores puntajes en las dimensiones de presión-ansiedad, problemas somáticos, afectivos y de ansiedad en comparación con a los niños.
Algunos estudios en México reportan que 16% de menores entre 3 y 12 años presentan problemas de salud mental. Achenbach y Edelbrock (1981) propusieron una clasificación de los problemas con base en los síntomas presentados por los niños; de esta manera, los autores hablan de dos tipos: los internalizados (angustia, depresión, alteración de los estados de ánimo) y los externalizados (hiperactividad, impulsividad, agresión).
La investigación en problemas internalizados y externalizados ha demostrado que son diversos los factores que contribuyen al desarrollo de estos.
Autores como Goldsmith y cols (1987) definieron al temperamento como la disposición básica inherente del individuo que limita y modula la expresión de la actividad, reactividad, emocionalidad y sociabilidad. Hay gran variedad de instrumentos para medir el temperamento; entre las dimensiones que se utilizan con mayor frecuencia son: nivel de actividad, adaptabilidad, aproximación-retraimiento, ritmisidad, intensidad emocional, umbral, humor, distractibilidad y persistencia.
En otro estudio Fernández de Ortega (2005) reporto que tanto los problema internalizados correlacionaron positivamente con la vergüenza en niños, es decir, que los niños que experimentan con mayor frecuencia vergüenza tienen puntajes altos en problema internalizados y externalizados.

En lo que se refiere a las dimensiones de temperamento, las niñas presentaron puntajes mayores en las dimensiones es de persistencia a la tarea y emocionalidad negativa (regaños) en comparación con los niños; en la dimensión de nivel de actividad los hombres reportaron puntajes más altos que las niñas.
En el presente estudio los niños presentaron puntajes más altos en los problemas de tipo externalizado en comparación con las niñas, quienes reportaron mayores puntajes en los problemas de tipo internalizado (depresión-ansiedad, problemas somáticos, efectivos y de ansiedad).
Otra posible explicación sobre las diferencias entre niños y niñas, en la presencia de problemas, son los papeles de género, por ejemplo, es aceptado culturalmente que las niñas representen un papel expresivo, lo cual les otorga la libertad de expresar sus emociones y sentimientos. No obstante, se espera que los hombres desempeñen un papel instrumental, es decir, relativamente más agresivos y dominantes. Por lo anterior se puede inferir que las niñas presentan con mayor frecuencia problemas internalizados, debido al papel expresivo que desempeñan; en el caso de los hombres, presentan problemas que aparentemente expresan su fortaleza, es decir, problemas externalizados, por el hecho de que desempeñan un papel instrumental, además son niños a los que les cuesta trabajo mantener la atención para desempeñar y terminar sus tareas; asimismo, experimentan con mayor frecuencia emociones negativas como la vergüenza, el enojo o la tristeza.
Por último, se sugiere realizar más investigaciones para determinar cómo influyen los factores familiares y de amigos en el desarrollo de problemas internalizados y externalizados en niños(as). Además, estudios que den a conocer si el temperamento puede considerarse como una variable mediadora entre los factores familiares y el desarrollo de problemas en niños(as), con el propósito de contar con elementos que permitan diseñar programas de prevención y de intervención.

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